Los niños que tenemos en casa, quiénes guiarán a su generación al camino, la verdad y la vida, deben ascender a un ideal trascendente propio. Se deben levantar sobre sus compañeros en habilidad, sabiduría y virtud. Deben avanzar en conciencia a un compromiso con la verdad, la cual puede vencer la orientación superficial, egoísta, y utilitaria de nuestra época. Deben operar desde una base de amor real, ética y moral para el desarrollo de las familias y las naciones.
“Y estas palabras las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos...”

